Las 6 pautas para escuchar tus emociones y no preocuparte (porque no sirve de nada)

Hombre pensativo ante una ventana.
Hombre pensativo ante una ventana. - JEFFBERGEN / ISTOCK - Archivo
Publicado: domingo, 28 junio 2020 7:59

   MADRID, 28 Jun. (EDIZIONES) -

   Llevamos siglos menospreciando el papel de las emociones cuando, a nivel evolutivo, son anteriores al pensamiento. Son una forma de ayudarnos a sobrevivir, a adaptarnos al medio, y cada emoción lo que hace es intentar que satisfagamos una necesidad básica del ser humano.

   Lo que ocurre es que nuestro cerebro lleva siendo el mismo a nivel biológico miles de años, y está preparado para vivir una vida nómada, en un grupo reducido de personas, para cazar y recolectar. No está preparado en este sentido para la vida actual. "Tenemos una sociedad completamente nueva y en muchas ocasiones el cerebro reacciona cuando no tiene que reaccionar", afirma en una entrevista con Infosalus el psicólogo Jesús Matos, director de la consulta En Equilibrio Mental (Madrid).

   Por ejemplo, cita el hablar en público, que a muchas personas puede darles miedo, una emoción que surge ante la percepción de peligro para escapar o huir del mismo. "Hace 60.000 años sí podía suponer peligro de muerte el hablar en público, pero ahora no. Tenemos esa herencia emocional de base que hace que en muchas ocasiones esas emociones se disparen cuando no se tienen que disparar", recalca el experto.

   Con motivo del lanzamiento del libro electrónico 'Un curso de emociones' (Urano), el autor remarca que todas las emociones son positivas, el problema viene que muchas veces no sabemos interpretar lo que nos quieren decir. "Ésa es la clave, el aprender el lenguaje de las emociones", defiende Matos, para lo que plantea las siguientes pautas:

1.- Entender para qué funciona cada emoción. Hay 6 básicas (miedo, ira, alegría, tristeza, asco y sorpresa), y todos los seres humanos las tienen. Cada una de ellas es una respuesta ante una serie de situaciones concretas. Por ejemplo, el miedo surge ante el peligro, la ira ante la injusticia o la frustración de objetivos. Si nos ayudan, son adaptativas, y debemos dejarnos llevar por ellas. En cambio, en caso de que no nos ayuden, debemos gestionarlas.

2.- Detectarlas y atenderlas. No intentar escapar de ellas. Por ejemplo, en muchas ocasiones no quiero sentir miedo ante una determinada situación y me bebo un vino. No quiero afrontar determinado problema e intento no pensar en ello. Esos intentos de evitación incrementan la frecuencia, la duración, y la intensidad de la emoción. Por lo que no hay que tratar de evitar emociones.

   3.- Conocer las herramientas específicas de la gestión emocional de aquellas emociones que no son adaptativas, que no nos ayudan y que se disparan como falsas alarmas, como el miedo a hablar en público. Por ejemplo ahora, el miedo, es una emoción adaptativa, nos está ayudando a ser precavidos con las medidas de higiene y seguridad para evitar el contagio del COVID-19. Eso sí, cuando ya me afecta ese miedo demasiado a mi día a día, y estoy todo el rato preocupado de si tengo o no la enfermedad, ahí debo gestionarlo, no me está ayudando y sí afectando negativamente.

   4.- La investigación científica dice que hay que mejorar la capacidad de vivir el presente. El estímulo que suele disparar nuestras emociones suele ser un pensamiento. Si tengo que pensar que hoy tengo que ir a hacer la compra y me pongo nervioso, esa emoción no me ayuda ahora, me ayudará luego. En este caso, a lo mejor tengo que gestionar la emoción momentáneamente, o prepararme para salir a la calle.

   5.- Ser más flexible a nivel cognitivo, de pensamiento, tener en cuenta que mi interpretación de la realidad no es la única posible sino que hay muchas realidades más. Cuanto más flexibles somos en este sentido, más resilientes somos. Es un factor de protección a la hora de desarrollar trastornos de ansiedad o de ánimo, por ejemplo.

   6.- Para mejorar el estado de ánimo favorece muchísimo el programar actividades agradables, de ocio, de ejercicio físico y es muy importante el contacto social de calidad. Es un factor protector increíble y mejora el estrés, los niveles de ansiedad, y el estado de ánimo.

¿QUÉ RELACIÓN GUARDAN EL ESTADO DE ÁNIMO Y LAS EMOCIONES?

   Aquí Jesús Matos recuerda que el estado de ánimo es más global que las emociones, siendo éstas más definidas en el tiempo, entre 20 y 60 minutos, y siempre que no haya un componente de preocupación. "El estado de ánimo es más global, puede durar hasta 1-2 semanas. Eso sí, si tenemos niveles más bajos de estado de ánimo es más fácil que aparezcan emociones como la tristeza, el miedo, o la ira, por ejemplo; y es algo bidireccional, las emociones influyen en el estado de ánimo, y al revés", resalta.

   Sobre qué puede considerarse un estado de ánimo óptimo, que puede preocupar a mucha gente, señala que básicamente éste debe corresponderse con unos niveles adecuados de bienestar general. "Es aquel que nos permite gestionar nuestras emociones con eficacia, como si necesitáramos una base. Si estamos muy bajos de estado de ánimo, nuestras interpretaciones de la realidad son más pesimistas. Por eso necesitamos subir nuestro estado de ánimo para gestionar esa emoción concreta", subraya el director del gabinete psicológico En Equilibrio Mental.

   De hecho, el psicólogo destaca que hay una relación casi lineal, directa, entre el número de actividades de ocio y el estado de ánimo de la persona. "Un ejemplo muy claro es el síndrome postvacacional. No es un trastorno sino algo normal, ya que si debes volver a la oficina tras 15 días de vacaciones en la playa, con 17 actividades agradables cada día, es normal que te cueste y tu estado de ánimo baje", menciona.

LA PREOCUPACIÓN NO ES ÚTIL

   Finalmente, y dentro de la gestión de las emociones, Matos recalca la importancia de no preocuparnos más de la cuenta de las cosas, porque "la preocupación no es útil", según afirma, y desde el primer momento en el que surge esa preocupación. "Sí es útil el proceso de solución de los problemas y la evaluación de cada solución, pero generalmente no hacemos esto. Aunque hayamos encontrado esa solución podemos estar horas y horas dándole vueltas a la cabeza, cuando la investigación científica dice que una de las claves para gestionar las emociones es tener esta creencia: la preocupación no es útil, preocuparnos no nos ayuda", remarca.

   De hecho, llama la atención sobre la típica frase de que 'si no me preocupo por mi hijo es que no soy una buena madre', y es que "a tu hijo le tienes que dar apoyo y ponerle límites, así es como le ayudarás, no preocupándote porque esto no le ayudará en su desarrollo", resalta el psicólogo.

   Así con todo, el experto hace referencia a una técnica que puede resultar muy útil en estos casos, el 'midfulness del desapego', que básicamente consiste en aprender a observar los pensamientos desde el momento presente, y sin intentar cambiarlos.

   "Tiene que ver con la capacidad de vivir en el presente. Cuando estamos preocupados no lo vivimos. Una preocupación se compone de dos subsistemas o procesos distintos, uno automático que nos viene a la cabeza, que nos hace sentir incómodos y por eso el cerebro intenta escapar de él, intenta modificarlo y discutir con él. Nos metemos en un bucle, y le damos cada vez más vueltas, de forma que cuando tratamos de no pensar se da el efecto de supresión del pensamiento, y se piensa más en eso. La alternativa: pensar en el pensamiento intrusivo, observarlo intentando no juzgar", según asegura el director del gabinete En Equilibrio Mental, y algo que nos puede servir durante estos días de pandemia.