Pastillas de estilo de vida

Pastillas corazón
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Actualizado: viernes, 9 mayo 2014 17:34

MADRID, 9 May. (Infosalus/EP) -

   Es mucho más fácil sin duda emplear los fármacos para tratar los trastornos crónicos pero es igual de cierto que en ocasiones no funcionan como se espera y que sus efectos secundarios empeoran la calidad de vida. Los cambios en el día a día aunque más costosos psicológicamente han mostrado ser eficaces en una variedad de enfermedades y condiciones de salud.

   Según explican en el blog sobre estilo de vida saludable de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard en Estados Unidos (www.health.harvard.edu) los médicos por norma general entienden la dificultad de emprender cambios en el estilo de vida y estiman que la medicación es una forma más segura y responsable de tratar la enfermedad.

   Pero para aquellos más precavidos ante los medicamentos y que desean seguir vías menos transitadas, el equipo de especialistas de Harvard presenta un resumen de cinco trastornos comunes y los métodos para gestionarlos sin medicación o suplementos.

Ejercicio para mejorar la artritis

   Si se padece sobrepeso y el problema es la artritis de rodilla, perder peso no hará que la artritis desaparezca pero quizá pueda reducir el dolor. Los resultados de investigación publicados años atrás mostraban que combinar pérdida de peso (alrededor de un 5% de la masa corporal) con ejercicio moderado disminuye el dolor y mejora la movilidad de personas con sobrepeso y artritis de rodilla. Incluso en el caso de aquellos que no tienen sobrepeso, el ejercicio que no sobrecarga las articulaciones, como nadar o hacer bicicleta reduce el dolor.

   Otras sugerencias incluyen prestar especial atención al calzado ya que un talón más acolchado puede reducir a la mitad la fuerza con la que el pie pisa sobre el suelo en cada zancada. También se pueden emplear rodilleras que alineen la rodilla y eliminen presión del área más afectada por la artritis.

   La actividad dirigida a ciertos grupos musculares también puede aliviar el dolor. Así, las rodillas afectadas responden mejor ante cuádriceps más fuertes. No hay que olvidar que el ejercicio puede ser más beneficioso para personas con casos relativamente más leves de artritis.

Alimentación para controlar el colesterol

   Los estadounidenses señalan que se puede ajustar la dieta de varias formas para reducir los niveles más bajos de colesterol LDL o colesterol malo. Los niveles de LDL podrían reducirse hasta un 5% aproximadamente si se elimina de la dieta de forma mantenida el consumo de alimentos altos en grasas saturadas como carne y lácteos enteros.

   Además, cada gramo adicional de fibra soluble al día, la clase de fibra que se encuentra en muesli, judías, frutos secos y fruta, podría reducir los niveles de LDL alrededor de 2mg/dL. Las dietas que incluyen margarinas fortificadas con esteroles, componentes que bloquean la absorción de colesterol, han conseguido reducciones en el LDL de entre el 10% y el 20% en algunos estudios. Y en otros casos, las dietas vegetarianas y bajas en grasas incluyen hasta 10 raciones de vegetales durante el día y cuatro raciones de legumbres y frutos secos y consiguen reducir los niveles de LDL hasta casi un 10%.

   El problema es que, según señalan los expertos de Harvard, todos estos métodos se quedan cortos en comparación con lo que las estatinas pueden conseguir: un descenso de entre el 25% y el 35% en LDL. La excepción podría ser una dieta que incluya un conjunto de alimentos reductores del LDL (esteroles vegetales, proteína de soja, fibra soluble y almendras) que ha conseguido similares resultados a las estatinas en varios estudios pequeños, apuntan.

   Y en lo que respecta al colesterol bueno, el HDL, el ejercicio es probablemente la mejor forma de promover sus niveles. Las personas inactivas que comienzan a realizar ejercicio de forma regular ven elevados sus niveles de colesterol HDL hasta en un 20%. El consumo de alcohol moderado (una o dos bebidas al día) es otro potenciador del HDL.

   El exceso de peso, el tabaquismo y las dietas con muchos carbohidratos de rápida digestión disminuyen sus niveles, por lo que los cambios en estas áreas podrían ayudar a mejorar sus niveles.

Ejercicio físico y mental para evitar el declive cognitivo

   El entrenamiento mental y otros ejercicios "cerebrales" parecen ayudar a mantener a los mayores sanos en buena forma aunque existen dudas sobre cómo estas ganancias se trasladan a las actividades reales del día a día. En términos generales los descubrimientos positivos van en la línea de ralentizar el avance de la enfermedad pero no de conseguir una mejoría.

   Los beneficios mentales del ejercicio físico presentan evidencias más claras y consistentes que los resultados de la gimnasia 'mental'. Un estudio muy destacable en 2007 mostró que un programa de ejercicios simple de una hora dos veces por semana tenía un efecto positivo sobre la capacidad de los enfermos de Alzheimer de residencias para realizar sus actividades diarias.

Actividad física para aliviar la depresión

   Muchos estudios han descubierto que la actividad física regular parece tener un efecto antidepresivo. Algunas investigaciones han mostrado que un programa intensivo de ejercicios da lugar a una reducción del 50 por ciento en los síntomas depresivos, un descenso comparable al observado en personas que toman fármacos antidepresivos o reciben una terapia cognitivo-conductual.

   Las particularidades del programa parecen ser menos importantes que la adherencia a él. La actividad física parece afectar al cerebro directamente al promover la neurogénesis: las células cerebrales crecen un poco y realizan más conexiones donde hacen falta.

   Sin embargo, el problema es que la desmotivación generalizada asociada a la depresión podría hacer difícil en estas personas la puesta en marcha de programas de ejercicio físico.

Cambios en el estilo de vida para reducir la hipertensión

   Si existe algún trastorno que se pueda cambiar sin una pastilla ese es la hipertensión, asegura el equipo de la Escuela de Medicina de Harvard. Se puede elegir entre un abanico de posibilidades: perder algo de peso, tomar menos sodio, hacer más ejercicio o cambiar de dieta.

   Cada pérdida de 900 gramos en una persona con sobrepeso se traduce en un descenso de 1 mmHg en la presión sistólica y diastólica. El ejercicio regular puede incluso bajar la presión sanguínea aunque no se pierda peso.

   La eliminación diaria de alrededor de tres cuartas partes de una cucharada de sal (unos 1,8 gramos de sodio) de la dieta reduciría la lectura sistólica en casi cinco puntos y la diastólica en tres.

   Los ensayos con dietas vegetarianas muestran que reducen la presión sanguínea hasta en 5 mm Hg. La dieta DASH, acrónimo en inglés de Aproximaciones Dietéticas para Detener la Hipertensión, es incluso mejor ya que baja la presión sanguínea sistólica hasta 12 puntos y la diastólica hasta 5 puntos.

   La dieta DASH incluye a diario entre siete y nueve raciones de fruta y vegetales, de dos a tres raciones lácteos desnatados y el consumo de cereales integrales, frutos secos, aves y pescado, todo ello mientras se reducen al mínimo las grasas saturadas, la carne roja y los dulces. Esta dieta y un bajo consumo de sal consiguen disminuir la presión sanguínea de forma comparable a los medicamentos antihipertensivos.

   Los expertos concluyen que la pérdida de peso, el ejercicio y la dieta pueden reducir las dosis necesaria de medicación e incluso eliminar la necesidad de ella por completo.

   A pesar de esto apuntan que la profesión médica suele ser pesimista sobre la parte controlable de la hipertensión y que estima que la mayoría de personas deberá tomar uno o dos fármacos para controlarla, sobre todo si la presión es elevada o existen otras condiciones como por ejemplo la diabetes.