Cuando el deporte se convierte en una obsesión

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Actualizado: domingo, 11 diciembre 2016 8:37

   MADRID, 11 Dic. (EDIZIONES) -

   Practicar deporte ayuda a liberar endorfinas, relajarse, mejora el estado físico, la autoestima, confianza y, además, sirve para combatir la obesidad, mejorar la fuerza, el estado de los órganos y prevenir la aparición de trastornos psicológicos como la depresión, ansiedad o el estrés.

   Además, tal y como ha añadido la autora del libro 'La medicina emocional', Marisa Navarro, la concentración, el mejor funcionamiento intelectual y el desarrollo cognitivo que provoca la práctica de deporte ayuda a luchar contra enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o la demencia senil, y otras como la diabetes, los accidentes cerebro vasculares, la osteoporosis y el cáncer.

   Sin embargo, el deporte mal entendido o practicado, también puede poner en riesgo la salud, produciendo lesiones físicas más o menos graves, y el desarrollo de obsesiones o depresión. Por ello, la experta ha enumerado los principales casos en los que el deporte se vuelve un peligro más que un aliado:

   1. Cuando le dedicamos todo nuestro tiempo libre, descuidando otras actividades, en cuyo caso puede llegar a producir, vigorexia que es un trastorno asociado a la adicción al ejercicio físico y a su práctica de forma compulsiva, de manera que las personas que lo sufren, además de ser más propensos a sufrir lesiones, tienen una visión distorsionada de su cuerpo y suelen tener baja autoestima.

   2. Cuando nos centramos sólo en el beneficio estético, y es que acudir al gimnasio solamente con la intención de querer ser delgado, usar una determinada talla o estar supermusculado, buscando un modelo corporal concreto y basado en una estética determinada es un error, que acaba haciendo que te compares con otros y te sientas mal. Hay que asumir que cada cuerpo es diferente, con una estructura ósea, unos músculos y un metabolismo determinado, no hacerlo puede llegar a generar un trastorno conocido como la dismorfofobia, que lleva a obsesionarse por defectos que percibimos en nuestra imagen corporal, ya sean reales o imaginados.

3. Cuando la actividad no concuerda con nuestras capacidades. Realizar ejercicio por poco que sea es bueno para nuestra salud, y no hace falta ser un deportista de élite para notar sus beneficios, pero no realizar un deporte acorde con nuestras capacidades o fijarnos entrenamientos o metas muy altas, hace que tengamos más posibilidades de fracasar, lesionarnos o abandonar, no siendo capaces de generar este hábito tan saludable, lo que en consecuencia afecta a nuestro estado de ánimo y autoestima.

   4. Cuando no aceptamos que una lesión nos impide desarrollar el deporte que nos gusta o cuando las marcas, las metas o los entrenamientos ya no son o tienen la misma intensidad que antes, y esto nos hace sufrir y lleva incluso a muchas personas a la depresión, como vemos en algunos atletas de élite, cuando finalizan su carrera deportiva. Para que no ocurra, hay que cambiar el punto de vista, y ver el deporte como salud, no como competición, pensando que en cada momento, edad o circunstancia podremos realizar un tipo de ejercicio físico, que es el que mejor nos va a sentar.

   5. Cuando pensamos que por haber hecho algo de deporte, tenemos vía libre para atiborrarnos y no cuidar nuestra alimentación u otros aspectos de nuestra vida. El deporte tiene que estar acompañado de una alimentación equilibrada y saludable, y es que no se trata de perder calorías por un lado, para ponerlo como excusa e ingerir demasiadas grasas, azúcares o alimentos procesados por el otro, porque las malas prácticas alimenticias acaban degenerando en alteraciones metabólicas y hormonales.