Cómo nos afecta una dieta baja en fibra

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Actualizado: viernes, 15 enero 2016 7:47

   MADRID, 15 Ene. (EUROPA PRESS) -

   Una investigación realizada por la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, en Palo Alto, California, Estados Unidos, investigadores plantean en un artículo publicado este miércoles en 'Nature' la preocupación de que las dietas bajas en fibra típicas en las sociedades industrializadas pueden producir deficiencias internas que van pasando a lo largo de las generaciones futuras.

   El estudio, realizado en ratones, indica que este tipo de alimentación carente de fibra no sólo agota los complejos ecosistemas microbianos que residen en todos los intestinos de los mamíferos sino que puede causar una pérdida irreversible de la diversidad dentro de esos ecosistemas en tan sólo tres o cuatro generaciones. Una vez que toda la población experimenta la extinción de especies bacterianas clave, simplemente "comer bien" ya no puede ser suficiente para restaurar esas especies perdidas en los intestinos de los individuos de esa población, sugieren los autores.

   La proliferación de alimentos procesados de fácil preparación casi sin fibra desde la mitad del siglo XX se ha traducido en un consumo de fibra promedio per cápita en las sociedades industrializadas de unos 15 gramos por día, tan sólo una décima parte de la ingesta entre la menguante población de cazadores-recolectores del mundo y las poblaciones agrarias rurales, cuyas condiciones e ingesta dietética presumiblemente se asemejan más a los de nuestros antepasados humanos comunes, según Justin Sonnenburg, profesor asociado de Microbiología e Inmunología y autor principal del trabajo.

   Prácticamente, todos los expertos en salud coinciden en que las dietas bajas en fibra son subóptimas. Probablemente, la principal razón de esto es que la fibra, que no puede ser digerida por las enzimas humanas, es la principal fuente de alimento para las bacterias comensales que colonizan nuestro colon, dice Sonnenburg.

   Miles de especies bacterianas distintas habitan el intestino grueso de cada individuo sano. "Tendríamos dificultades para vivir sin ellas --apunta--. Ellas nos defienden de los patógenos, capacitan nuestro sistema inmunológico e, incluso, guían el desarrollo de nuestros tejidos. Aunque recogemos estos pasajeros microscópicos en el curso de las exposiciones rutinarias a lo largo de nuestras vidas, una de las fuentes más importantes de nuestra población bacteriana intestinal es nuestra familia inmediata, especialmente nuestras madres durante el parto y la lactancia".

Análisis de los microbios intestinales que habitan en los humanos han demostrado que la diversidad de especies bacterianas presentes en los intestinos de los miembros individuales de cazadores-recolectores y las poblaciones rurales agrarias supera con creces la de los individuos que viven en las sociedades industrializadas modernas, apunta Sonnenburg.

   De hecho, estos trabajos indican la ausencia total, a lo largo de las poblaciones industrializadas, de numerosas especies bacterianas compartidas entre muchos de los cazadores-recolectores y las poblaciones agrarias rurales analizadas, a pesar de ser grupos dispersados a través de grandes extensiones geográficas que van desde África a América del Sur y Papúa Nueva Guinea.

   "Se han propuesto numerosos factores, incluyendo el uso generalizado de antibióticos, más frecuencia de cesáreas y menor generalización de la lactancia por los que vemos este agotamiento de las poblaciones industrializadas", apunta la autora principal del estudio, Erica Sonnenburg, investigadora en Stanford y casada con Justin Sonnenburg. "Nos preguntamos si la gran diferencia en el consumo de fibra dietética entre las poblaciones tradicionales y modernas podría, por sí sola, influir", añade.

   Los investigadores emplearon ratones de laboratorio jóvenes que habían sido especialmente criados y alimentados en ambientes asépticos de manera que, a diferencia de los ratones ordinarios (y los humanos ordinarios), sus intestinos estaban desprovistos de cualquier habitante microbiano. Tras implantar a los ratones microbios de un donante humano, los científicos los dividieron en dos grupos: uno alimentado con una dieta rica en fibra de origen vegetal y el otro con una dieta equivalente a la primera con respecto a la proteína, grasa y calorías, pero prácticamente desprovista de contenido de fibra.

   Los investigadores analizaron muestras fecales de los animales, con los perfiles de las bacterias intestinales de los dos grupos inicialmente indistinguibles pero que pronto divergieron. "En un par de semanas, vimos un gran cambio --afirma Justin Sonnenburg--. Los ratones con alimentación baja en fibra albergaban menos especies bacterianas en su intestino". Más de la mitad de los números de las especies bacterianas habían disminuido en más del 75 por ciento y muchas especies parecía haber desaparecido por completo.

   Después de siete semanas, se pasó a los roedores que habían consumido una dieta baja en fibra a una dieta alta en fibra durante cuatro semanas. Los pefiles de las bacterias intestinales de los ratones se recuperaron en parte, probablemente debido a un aumento en la abundancia de algunas bacterias cuyas filas habían disminuido a niveles indetectables durante el periodo de baja ingesta de fibra. Aún así, esta restauración fue sólo parcial: un tercio de las especies originales nunca se recuperó a pesar de su vuelta a una dieta alta en fibra.

EL TRASPLANTE FECAL, UNA POSIBLE SOLUCIÓN

   No se observaron estos cambios en los ratones de control alimentados constantemente una dieta alta en fibra, pero la verdadera sorpresa vino después de que los ratones que habían sido criados y alimentados con dietas bajas en fibra durante unas pocas generaciones. En su entorno experimental, estos ratones fueron expuestos a microbios sólo a través del contacto con sus padres y el ecosistema intestinal bacteriano de cada generación sucesiva disminuyó en la diversidad.

   En la cuarta generación, el agotamiento había llegado a un punto en el que en casi las tres cuartas partes de los residentes de especies bacterianas en los intestinos de sus bisabuelos parecían ausentes. Incluso, después de que a estos ratones se les puso de nuevo en una dieta rica en fibra, más de dos tercios de las especies bacterias identificadas en los intestinos de sus antepasados de primera generación demostraron ser irrecuperables, lo que indica la extinción de las especies en la cuarta generación por la privación de fibra.

   Por otra parte, una medida un poco más agresiva --el trasplante fecal-- dio lugar a la recuperación de estas especies perdidas, como detectó el estudio. Introducir contenido fecal de ratones de cuarta generación del grupo de dieta alta en fibra en los intestinos de ratones de cuarta generación del grupo de alimentación con poca fibra, además de ponerlos en una dieta alta en fibra durante dos semanas, restauró totalmente sus perfiles bacterianos. En los diez días del procedimiento, la composición y la diversidad de las bacterias en los intestinos de este grupo eran indistinguibles de las de los roedores de control.

   Estos resultados tienen implicaciones importantes para los seres humanos, según Erica Sonnenburg. "Hay muy pocos ecosistemas donde la baja diversidad de especies sea una cosa buena. No hay ninguna razón para pensar que nuestro intestino es ninguna excepción", afirma.

   "La ingesta muy baja en fibra en los países industrializados se ha producido hace relativamente poco tiempo", señaló Justin Sonnenburg, quien apuesta por simples ajustes en las prácticas culturales --por ejemplo, no lavarse las manos después de trabajos de jardinería o acariciar a nuestros perros-- como un paso en la dirección correcta, y si reducir el uso excesivo de antibióticos. Sin embargo, cree que medidas más extremas, como los trasplantes fecales masivos, requerirían pruebas a gran escala para asegurarse de que son necesarios y seguros.