¿Por qué los edulcorantes artificiales pueden aumentar el apetito?

Hambre, comerse el mundo, devorar
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Actualizado: miércoles, 13 julio 2016 7:14

   MADRID, 13 Jul. (EUROPA PRESS) -

   Hasta ahora diversos estudios tanto en animales como en humanos ya habían sugerido que el consumo de edulcorantes artificiales puede incrementar la senciación de hambre y que, por tanto, se coma más. Un nuevo trabajo de la Universidad de Sydney, en Australia, revela ahora por qué se produce esta respuesta.

   Publicados este martes en 'Cell Metabolism', los resultados arrojan luz sobre los efectos de los edulcorantes artificiales en la regulación del apetito en el cerebro y en la alteración de la percepción del gusto.

   Investigadores del Centro Charles Perkins de la Universidad de Sydney y el Instituto Garvan de Investigación Médica han identificado un nuevo sistema en el cerebro que detecta e integra el contenido dulce y la energía de los alimentos.

   "Después de la exposición crónica a una dieta que contenía el edulcorante artificial sucralosa, vimos que los animales empezaron a comer mucho más", afirma el investigador principal, el profesor Greg Neely, de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Sydney.

   "A través de la investigación sistemática de este efecto, encontramos que dentro de los centros de recompensa del cerebro, la sensación dulce está integrada con el contenido de energía. Cuando el dulzor frente a la energía está desequilibrado durante un periodo de tiempo, el cerebro vuelve a calibrarlo y aumenta el total de calorías consumidas", detalla.

   En el trabajo, se vio que moscas de la fruta expuestas a una dieta mezclada con edulcorante artificial durante periodos prolongados (más de cinco días) consumieron un 30 por ciento más de calorías cuando se les dio alimentos endulzados naturalmente. "Cuando investigamos por qué los animales estaban comiendo más a pesar de que tenían suficientes calorías, hallamos que el consumo crónico de este edulcorante artificial en realidad elevó la intensidad dulce del azúcar nutritiva real y esto a su vez aumentó la motivación general del animal a comer más alimentos", dice Neely.

¿HERRAMIENTA CONTRA LA OBESIDAD?

   Miles de millones de personas en el mundo consumen edulcorantes artificiales y se prescriben como una herramienta para tratar la obesidad, a pesar de saber poco hasta ahora sobre todo su impacto en el cerebro y en la regulación del hambre. Esta investigación identifica cómo los edulcorantes artificiales pueden estimular el apetito, detectando una red neuronal compleja que responde a los alimentos endulzados artificialmente diciendo al animal que no ha comido suficiente energía.

   "Mediante el uso de esta respuesta a dietas endulzadadas artificialmente, hemos sido capaces de mapear funcionalmente una nueva red neuronal que equilibra la palatabilidad de los alimentos con contenido energético. La vía que hemos descubierto es parte de una respuesta al hambre conservada que en realidad hace que los alimentos nutritivos sepan mejor cuando te mueres de hambre", detalla Neely.

   Los investigadores también encontraron que los edulcorantes artificiales promueven la hiperactividad, el insomnio y la disminución de la calidad del sueño --comportamientos consistentes con un hambre leve o estado de ayuno--, con efectos similares sobre el sueño que se han detectado en estudios con humanos.

   Para descubrir si los edulcorantes artificiales también aumentaron la ingesta de alimentos en los mamíferos, el laboratorio del profesor Herbert Herzog del Instituto Garvan replicó el estudio utilizando ratones. De nuevo, los ratones que consumieron una dieta endulzada con sucralosa durante siete días mostraron un aumento significativo en el consumo de alimentos, con la misma vía neuronal implicada que en las moscas de la fruta.

   "Estos resultados refuerzan aún más la idea de que variedades de alimentos y bebidas procesados 'sin azúcar' pueden no ser tan inocuos como creíamos. Los edulcorantes artificiales pueden cambiar realmente cómo los animales perciben la dulzura de su comida, con un desequilibrio entre los niveles de dulzura y de energía que provocó un aumento en el consumo de calorías", concluye el profesor Herzog.